Asturias es considerado precursor del «Boom»
hispanoamericano por su experimentación con las estructuras y recursos formales
propios de la narrativa del siglo XX, patente en autores como Mario Vargas
Llosa, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato o Julio Cortázar, y por
anticipar en su tratamiento de lo fantástico el realismo mágico, que tendría su
realización más emblemática en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
Para comprender la producción de Asturias se debe tomar en cuenta el profundo
influjo que ejercieron en él tanto la cultura maya como la vida europea. Lo
maya se arraiga en la cosmovisión de un mundo que está asentado en un profundo
y auténtico pensamiento mágico y que atrapa en sus relatos. Por otro lado, el
influjo del surrealismo, la amistad con Paul Éluard y el contacto con el Ulises
de James Joyce son las otras fuerzas que marcan su escritura.
Su obra se inserta en la vanguardia literaria y abarca
géneros diversos. Según Albízurez Palma, un exhaustivo estudioso de la
trayectoria de Asturias, "Como poeta lírico, ha dejado constancia de sus
ricas posibilidades en variedad de creaciones, algunas de temas íntimos, otras
vinculadas a temas folclóricos, otras políticos, otras con sugestiones mágicas,
barrocas y de sorprendente fuerza imaginativa. Como dramaturgo, creó un teatro
tocado por el realismo mágico, denso en significación humana y de notable
poderío verbal. Como narrador, Asturias alcanzó su máximo prestigio. Sus
novelas y cuentos revelan una apasionada y subjetiva captación de la realidad
en diversas facetas: la tragedia de las dictaduras, el mundo mágico del
indígena, el mundo de magia y ensueño de la niñez, las tradiciones de
Guatemala; en sus novelas asoman los influjos entremezclados de diversas
tendencias, movimientos y corrientes literarias".
Su primer libro importante es Leyendas de Guatemala
(1930), conjunto de relatos entre lo mágico y lo legendario que apareció en
París con un prólogo de Paul Valéry, y que pertenece a su primer ciclo junto
con las novelas El Señor Presidente (1946) y Hombres de maíz (1949).
El Señor Presidente tiene como asunto la vida en
Guatemala durante la dictadura de Estrada Cabrera; el tema del dictador se
desarrolla con un estilo riquísimo y una técnica expresionista y onírica que
refleja la influencia de las vanguardias europeas. Sobre esta novela dijo el
autor: "a través de mi piel se filtró el ambiente de miedo, de
inseguridad, de pánico telúrico que se respira en la obra". En Hombres de
maíz se puede ver el realismo mágico que subyace en toda su creación literaria.
Representa, además, una consideración acerca del desarrollo de la humanidad
desde una sociedad primitiva, analfabeta, y desde el mundo actual, liberal y
capitalista.
En el género del cuento escribió además Week-end en
Guatemala, (1955), El espejo de Lida Sal (1967) y Tres de cuatro soles (1971).
Junto a las novelas mencionadas merece destacarse su trilogía sobre la
explotación bananera llevada a cabo por las compañías yanquis: Viento fuerte
(1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960). Completan su
obra narrativa El alhajadito (1961), Mulata de tal (1963), Maladrón (1969) y
Viernes de dolores (1972).
En teatro merecen citarse Soluna (1955), La audiencia de
los confines (1957), Chantaje (1964) y Dique seco (1964). En poesía, Anoche, 10
de marzo de 1543 (1943), Sien de alondra (1948), Ejercicios poéticos en forma
de soneto sobre temas de Horacio (1951), Alto en el sur (1952), Bolívar, Canto
al libertador (1955), Nombre custodio e imagen pasajera (1959) y Clarivigilia
primaveral (1965). En ensayo, El problema social del indio (1923), Arquitectura
de la vida nueva (1928), Carta aérea a mis amigos de América (1952) y
Latinoamérica y otros ensayos (1968).
ALGUNAS DE SUS OBRAS (FÍSICAS):
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